Un estudio en la que han participado los investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) Carolina Escobar Lucas, Óscar Gomez Torres y Ángela Martínez Gómez ha demostrado la efectividad del biocarbón de orujo de uva para controlar la proliferación de nematodos en macetas. Este tipo de carbón vegetal, obtenido tras procesar los residuos del vino a altas temperaturas, una vez lavado y esparcido sobre la tierra ha reducido significativamente los huevos de este parásito en plantas jóvenes de tomate.
“La gran cantidad de residuos de uva generados tras la producción de vino puede transformarse en un producto valioso como el biochar o biocarbón, eficaz para el control de las nematodos formadores de agallas, reduciendo así el problema de la gestión de residuos y contribuyendo a la economía circular”, señala la profesora Escobar.
Los nematodos son un tipo de gusanos muy pequeños que forman agallas al parasitar la planta que los hospeda. Se alimentan de ella para completar su ciclo vital, representando “una importante amenaza para la agricultura y la economía en todo el mundo”. La profesora destaca la necesidad de desarrollar nuevas estrategias de gestión, “ya que los nematicidas químicos eficaces se están restringiendo progresivamente”.
El equipo investigador, del que también forman parte científicas y científicos de la Universidad Autónoma de Madrid y del Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC, ha analizado biochar de orujo de uva pirolizado a 350 °C (BC350) y 700 °C (BC700,) centrándose en su potencial para el control de estos nematodos. “Este estudio nunca había sido realizado en tomate con este tipo de biocarbón, por lo que resulta muy novedoso aplicado particularmente a la región”, explica la profesora.
Tras efectuar el tratamiento térmico, resultó un material altamente poroso rico en carbono y otros macro y micronutrientes vegetales solubles en agua, de forma que tras aplicar biochar lavado en macetas con plantas jóvenes de tomate se redujeron significativamente los huevos de Meloidogyne javanica, uno de los nematodos formadores de agallas más extendidos.
El estudio, “es muy relevante a nivel social y económico, porque utilizamos un residuo de la producción de vino rojo, el orujo, y lo transformamos valorizándolo gracias a su efecto biopesticida, es decir, mezclado con suelo sirve para el control de un patógeno de plantas difícil de manejar que produce grandes pérdidas en las cosechas de hortalizas, frutales, vides, etc.”, señala Carolina Escobar. La investigación contribuye igualmente al desarrollo de la agricultura sostenible, puesto que sus resultados podrían favorecer una reducción en el uso de pesticidas.