Un equipo de enfermeros, biólogos, médicos, veterinarios y un físico, algunos de ellos científicos pertenecientes al Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), han desarrollado un método innovador para detectar la presencia de ARN del virus de la COVID-19 en el medio ambiente. Este método permitirá mejorar la detección temprana del virus, monitorizar su circulación e identificar objetivos para un control más eficiente.
Un equipo interdisciplinar de científicos españoles, pertenecientes al Grupo de Investigación en Sanidad y Biotecnología (SaBio) del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) -centro mixto de investigación dependiente de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), la Junta de Comunidades y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas-, al Servicio Médico Local de Horjaco de los Montes, al Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET) de la Universidad Complutense de Madrid y al Instituto de Salud Carlos III, ha investigado la facilidad con la que se podría detectar el material genético del SARS-CoV-2 en muestras ambientales, en entornos potencialmente contaminados como centros comerciales, escuelas, residencias u hogares de personas que han sufrido la enfermedad.
El equipo de investigadores, constituido por enfermeros, biólogos, médicos, veterinarios y un físico, en una apuesta por el concepto ‘Una Salud’ para combatir la COVID-19, ha desarrollado un innovador método de muestreo consistente en el uso de unas esponjas que, al frotarse con la superficie de un objeto (como puede ser una barandilla, una prenda de ropa o el pomo de una puerta), arrastran el ácido ribonucleico (ARN) del virus que pueda contener, conservándolo, al tiempo que inactivan su patogenicidad gracias a los alcoholes en los que están impregnadas. Una vez en el laboratorio, el material genético recolectado es extraído de las esponjas para la realización de pruebas PCR que confirmen si el virus está o no presente en una superficie concreta.
Los investigadores se plantearon la hipótesis de que el ácido ribonucleico del SARS-CoV-2 sería detectable en lugares con circulación reciente del virus. En este sentido, los resultados mostraron la presencia de ARN del SARS-CoV-2 en 7 de 57 muestras (12%), incluidos tres hogares y tres sitios públicos, del área estudiada. Para realizar este estudio la toma de muestras ambientales de SARS-CoV-2 se hizo en la localidad de Horcajo de los Montes (Ciudad Real), que sirvió como área de estudio. Se trata de una comunidad rural aislada que tuvo una alta prevalencia de COVID-19 (6% de positivos en una población de 883 habitantes) durante el periodo en que se tomaron las muestras.
Según informan los autores del estudio, esto sugiere que con unas pocas esponjas se puede monitorizar la presencia del SARS-CoV-2 en grandes espacios, mientras que si se tuvieran que analizar a todas las personas que usan un espacio concreto el proceso sería más costoso económicamente y más lento. Aunque la vigilancia ambiental de la presencia del virus no proporciona tanta información sobre su epidemiología como el análisis individual de contagios, la aplicación de este método de muestreo podría ayudar a saber dónde buscarlo de forma sostenible y con un coste razonable, sin colapsar la capacidad de diagnóstico del sistema sanitario.
Los investigadores afirman que este trabajo demuestra que la vigilancia ambiental de la COVID-19 puede contribuir a avanzar en el conocimiento sobre la enfermedad al ofrecer información clave sobre la dinámica de diseminación del virus y la contaminación ambiental, permitiendo detectar su existencia o circulación de forma menos invasiva y menos costosa económicamente que, por ejemplo, mediante la realización de pruebas PCR individuales a las personas. Asimismo, consideran que la aplicación de los resultados de este trabajo tendría una especial relevancia en situaciones como la actual, con la vuelta a la presencialidad en la actividad docente y de los ciudadanos a los centros sanitarios.
Los datos epidemiológicos disponibles hasta la fecha indican que estamos muy lejos de alcanzar la deseada ‘inmunidad de rebaño’ –que generaría un efecto de ‘cortafuegos’ entre los individuos que están protegidos frente a la enfermedad y los que no lo están, limitando su propagación–, lo que significa que el coronavirus podría seguir siendo un problema sanitario durante muchos meses o incluso años si no conseguimos controlarlo.
Controlar el virus se ha convertido en el principal objetivo de la comunidad científica ligada a la salud humana, animal y ambiental, ya que éste puede ser atacado desde diversos frentes. La COVID-19 no solo se transmite por el aire en forma de aerosoles, sino que también lo hace a través del contacto con objetos y superficies contaminadas, siendo fundamental vigilar dónde podemos encontrarlo y conocer cómo se comporta para establecer medidas eficaces que reduzcan su transmisión.