Investigadores del CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y en el Hospital Virgen del Valle de Toledo acaban de finalizar un estudio que revela que los niveles más bajos de actividad física moderada-vigorosa predicen el desarrollo de niveles más altos de fragilidad en las personas mayores. Sin embargo, los investigadores no hallaron relación entre mayor sedentarismo con la evolución hacia una mayor fragilidad
Estos resultados, que acaban de publicarse en la revista científica Journal of Cachexia, Sarcopenia and Muscle, avalan la importancia de implementar intervenciones dirigidas a promover los niveles de actividad física de intensidad moderada-vigorosa desde etapas más tempranas para promover el envejecimiento exitoso.
El trabajo, coordinado por los investigadores del CIBERFES Ignacio Ara, director del Grupo GENUD Toledo de UCLM, y Francisco José García, codirector del Estudio Toledo de Envejecimiento Saludable del Complejo Hospitalario de Toledo (SESCAM), se centró en determinar la bidireccionalidad de la relación entre actividad física de intensidad moderada-vigorosa, el sedentarismo y la fragilidad en adultos mayores. Para ello hicieron un seguimiento durante 4 años a un total de 186 personas a partir de los 65 años incluidas en el Estudio de Toledo de Envejecimiento Saludable.
“Estudios anteriores en este campo sugieren que aumentar la actividad física y reducir los niveles de comportamiento sedentario es una estrategia clave para atenuar las disminuciones en la masa muscular y la función física asociadas al envejecimiento, pudiendo retrasar también los síntomas clínicos de fragilidad en adultos mayores”, explica Asier Mañas, primer autor de esta investigación. “Con este nuevo trabajo, tratamos de analizar la relación longitudinal de la actividad física moderada-vigorosa en los resultados de fragilidad y también la asociación de ésta con el comportamiento sedentario”.
“Los datos obtenidos del seguimiento de estos pacientes permitieron concluir que aquellas personas que llevaban a cabo un nivel más bajo de actividad física moderada-vigorosa al principio del estudio desarrollaron una mayor fragilidad posterior”, detalla el investigador. “Sin embargo, el hecho de pasar más tiempo en comportamiento sedentario al principio del estudio no implicó una relación con la progresión hacia una mayor fragilidad con el paso de los años”, subraya.
Más bien al contrario, “fue un estado de fragilidad incrementado inicial lo que pronosticó niveles más altos de sedentarismo, por lo que, curiosamente, nuestros resultados indican que el comportamiento sedentario no es un determinante de la fragilidad, sino más bien una consecuencia de la misma”, apunta Asier Mañas.
“Las observaciones del estudio actual señalan la posibilidad de que los efectos perjudiciales sobre la fragilidad se definan principalmente por las cantidades insuficientes de actividad física moderada-vigorosa en lugar de por una cantidad excesiva de tiempo sedentario”, concluyen. “Según nuestros hallazgos, la promoción de la actividad física moderada-vigorosa en etapas más tempranas se traducirá en menos fragilidad con el paso de los años”, proponen.
El gasto público asociado al envejecimiento, en sanidad y cuidados, tendrá un crecimiento estimado de 3,5 puntos del PIB en 2050, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE); previsiones que en España se sitúan en un incremento de 1,6 puntos del PIB en gasto sanitario y otros 0,9 puntos en cuidados de larga duración. Por ello, el reto es mantener la autonomía e independencia a medida que se envejece, evitando el progreso hacia la fragilidad y la discapacidad, reduciendo así también los costes sanitarios y sociales directos e indirectos derivados de la pérdida de capacidad funcional.